El comercio de armas no es simplemente una transacción económica; es una poderosa herramienta que influye en la estabilidad global y, al mismo tiempo, perpetúa la violencia.
El comercio mundial de armas ha crecido significativamente en los últimos años, impulsado por una serie de conflictos geopolíticos que parecen no tener fin. La invasión rusa a Ucrania ha sido un catalizador para intensificar la carrera armamentista, mientras que la guerra en Gaza refuerza el papel de la violencia en la industria de la defensa.
Jeff Abramson, senior fellow del Center for International Policy, teme que “cuando todos estos países aumenten la producción de armamento, querrán mantener esos altos niveles”. No se trata de una respuesta temporal a necesidades defensivas, sino de un fenómeno que podría sostenerse a largo plazo si no se controla.
De acuerdo con datos del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI), entre 2019 y 2023, Ucrania se convirtió en el principal importador de armas, mientras que Estados Unidos mantuvo su posición como principal exportador global. Este comercio refleja cómo las potencias mundiales han utilizado la venta de armas para reforzar sus alianzas estratégicas y consolidar su influencia en regiones clave como Europa y Medio Oriente.
El comercio de armas va mucho más allá de ser una simple transacción económica; es una dinámica cargada de implicaciones geopolíticas, donde la venta y compra de armamento no solo responde a intereses de seguridad, sino que también redefine alianzas, extiende influencias y perpetúa tensiones en el escenario internacional.
Estados Unidos ha sido históricamente el mayor exportador de armas y sigue manteniendo esa tendencia. Utiliza esta posición no solo para cubrir las necesidades de defensa de sus aliados, sino también para garantizar el acceso a recursos estratégicos y fortalecer su presencia en regiones clave como el Medio Oriente y el Indo-Pacífico. A través de la venta de armas, asegura su influencia en el Golfo Pérsico y en Asia, donde busca activamente contrarrestar el ascenso de China.
“Estados Unidos a veces se ve ‘capturado’ por sus propios aliados, entregando armas para asegurar acuerdos políticos”, dice Abramson. Este fenómeno es evidente en Medio Oriente, donde el suministro de armas a países como Arabia Saudita y Qatar ha sido determinante para moldear el equilibrio de poder.
China, por su parte, ha aprovechado sus exportaciones de armas para posicionarse como un actor clave en el Indo-Pacífico, en competencia directa con Estados Unidos. Al proporcionar armamento a países que buscan diversificar sus proveedores, Beijing asegura que estos no dependan exclusivamente de Occidente, consolidando su influencia en la región.
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La industria armamentista está profundamente conectada a la economía global, como declara Abramson: “La industria de defensa tiene mucho dinero, muchos lobbistas y mucha influencia, en muchos países esto sería corrupción, en Estados Unidos se le llama lobbying”.
Este ciclo perpetúa la demanda de armas en regiones en conflicto, donde la violencia garantiza la continuidad de una industria altamente lucrativa. En el caso de Israel y Gaza, el respaldo armamentista – y militar – sostenido por parte de EE.UU. ha generado que diversos actores cuestionen la legitimidad de este apoyo, destacando que la venta de armas no solo extiende la violencia, sino que también afecta la estabilidad geopolítica global. Reino Unido, por ejemplo, recientemente canceló un 1% de las licencias de armas exportadas a Israel.
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“El conflicto en Israel-Palestina ha puesto en duda la legitimidad de armar a Israel, esto está haciendo que el mundo esté menos alineado en términos geopolíticos”, afirma Abramson.
En Ucrania, las exportaciones masivas de armamento desde Estados Unidos y Europa han alimentado la guerra. Según SIPRI, más del 60% de las exportaciones de armas de EE.UU. en 2022 fueron dirigidas a Europa, con Ucrania como uno de los mayores receptores. Esto no solo prolonga el conflicto, sino que convierte a la región en un epicentro de violencia continua.
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La industria armamentista se nutre de la violencia, ya que depende de la inestabilidad global para mantener su crecimiento. Un ejemplo claro es Ucrania, donde el primer ministro Denis Shmyhal afirmó que en 2024 el país duplicó su producción de armas en comparación con el año anterior. Esto refleja cómo los conflictos bélicos no solo aumentan la demanda de armamento, sino que impulsan la producción a niveles sin precedentes.
Jeff Abramson señala que en Estados Unidos la producción de armas está tan ampliamente distribuida que prácticamente cada distrito depende de esta industria para crear empleos. Esto implica que, más allá de la seguridad, los incentivos económicos juegan un papel crucial en mantener la industria. En otras partes del mundo, la motivación también incluye la necesidad de desarrollar capacidades militares propias para no depender de potencias extranjeras.
Sin embargo, el problema radica en que las armas comienzan a verse como simples mercancías. Este enfoque desvía la atención de su verdadero propósito: productos diseñados para la guerra y la destrucción. En lugar de buscar soluciones diplomáticas, las potencias mundiales continúan abasteciendo a los actores en guerra, perpetuando una economía que agrava los problemas en lugar de resolverlos.
El comercio de armas es diferente a otros productos como los plátanos o artículos comerciales. Son máquinas de matar, y deberían ser tratadas de manera diferente
Jeff Abramson
Las medidas de sanción al comercio de armas son cruciales para asegurar que se respeten las normas del Derecho Internacional Humanitario. Estas sanciones están diseñadas para restringir el suministro de armamento a actores que podrían utilizarlo de manera perjudicial, y para garantizar que las transferencias se realicen bajo principios de responsabilidad y ética.
(WILLIAM WEST/AFP)
El comercio de armas seguirá creciendo mientras persistan las tensiones globales. El temor de que se establezca un nuevo nivel elevado en la producción armamentista plantea consecuencias graves para la seguridad internacional, ya que una sobreproducción podría intensificar conflictos que habrían permanecido controlados.
El informe del SIPRI prevé que el comercio de armas continuará en aumento, impulsado por las tensiones en Europa del Este, Medio Oriente y otras regiones. La comunidad internacional enfrenta el desafío de “mantenerse mutuamente responsable”, como señala Abramson, y de establecer regulaciones más estrictas para evitar que el comercio de armas perpetúe la violencia y la inestabilidad global.
Las sanciones al comercio de armas son fundamentales para garantizar el respeto al Derecho Internacional Humanitario, cuyo objetivo es proteger a las poblaciones civiles durante los conflictos. Estas sanciones buscan limitar el acceso a armamento por parte de actores que podrían emplearlo de manera perjudicial, asegurando que las transferencias de armas se realicen bajo estrictos principios de responsabilidad y ética. Sin embargo, abordar estos desafíos requiere una cooperación internacional sólida y la implementación de normativas coherentes.
El enfoque principal está en el análisis de las armas convencionales, aquellas que no tienen como objetivo la destrucción masiva y se emplean en conflictos bélicos tradicionales. No obstante, las armas de destrucción masiva, como las nucleares, también están jugando un papel cada vez más relevante en la geopolítica, especialmente con el reciente auge debido a las tensiones entre Rusia y Occidente.