El país registra el segundo mayor número de casos de esta enfermedad desde el año 2000, cuando se consideró erradicada. La mayoría de los contagios son de personas sin vacunar.
Los casos de sarampión en Estados Unidos crecen en varios estados y el brote se extiende en el país, mientras las autoridades sanitarias del país dan consejos contradictorios sobre la prevención y el tratamiento de esta enfermedad.
Hasta el 14 de abril, se notificaron por lo menos 746 casos confirmados o probables de sarampión en todo el país: 689 relacionados con brotes y 57 casos aislados, generalmente relacionados con viajes internacionales, de acuerdo con un recuento hecho por The New York Times.
La mayoría de los casos se concentran en Texas y Nuevo México. El primer estado confirmó 561 casos de sarampión hasta la fecha. En el segundo estado, se registraron 58 contagios, 56 de los cuales fueron de personas que no están vacunadas o cuyo estatus de vacunación se desconoce.
Dos niños no vacunados murieron por la enfermedad este año. En ambos casos, los menores de edad no habían recibido vacunas contra el sarampión, como sucede con la mayoría de las personas contagiadas. Se calcula que un 97% de los casos se han registrado en personas sin vacunar.
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Este año tiene el segundo mayor número de casos confirmados desde que Estados Unidos declaró la eliminación del sarampión en 2000.
El secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., sostiene que el brote está estable gracias a la “extraordinaria labor” del gobierno del presidente Donald Trump. Sin embargo el brote puede ser aún peor de lo que muestran los casos confirmados o probables.
“Todavía no hemos visto signos de que el brote se esté desacelerando”, dijo William Moss, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland a Nature.
El sarampión tiene una tasa de mortalidad de aproximadamente 1 por cada 1,000.
“Si ya tenemos dos muertes en Texas, eso te dice que ya se trata de miles, no de cientos”, dijo Amesh Adalja, médico especialista en enfermedades infecciosas del Centro para la Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, a Bloomberg.
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El presidente de Estados Unidos ya enfrentó una crisis de este tipo durante su primer mandato. En 2019, un brote de sarampión, concentrado en comunidades judías ortodoxas de Nueva York, estalló. Esta población es vulnerable a la propaganda contra la vacunación, por lo que muchos niños no recibieron dosis para prevenir la enfermedad.
Entre el 1 de enero de 7 de noviembre, se registraron 1,261 casos de sarampión en 31 estados de Estados Unidos. Se estima que 89% de los contagios ocurrieron entre personas que no fueron vacunadas o cuyo estado de vacunación se desconocía.
“Lamentablemente, como resultado, nosotros, como nación, perdimos la protección crítica que se nos proporcionó a través de la inmunidad colectiva, la protección que ocurre cuando se vacuna a suficientes comunidades para interrumpir la transmisión de la enfermedad”, indica Rachel M. Cunningham, especialista en Salud Pública del Texas Children’s Hospital en un artículo de la institución.
Entonces, tanto el gobierno de Nueva York, como la administración federal reforzaron las campañas de vacunación para prevenir que el brote avanzara fuera del estado. El mismo Trump llamó a las personas para que se aplicaran las dosis de la vacuna.
“La vacunación es la forma más importante de prevenir la devastadora enfermedad que puede ser el sarampión”, dijo Neil Vora, director ejecutivo de Preventing Pandemics at the Source, a la cadena CNN.
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Miles de personas fueron vacunadas en Nueva York durante los brotes: al menos 200,000 dosis en la ciudad de Nueva York y unas 30,000 en el condado de Rocklan, de acuerdo con información oficial citada por CNN.
El brote surgió en los condados del oeste de Texas, en parte por la falta de financiación a programas de vacunación necesaria.
“No hemos tenido un programa de inmunización sólido que realmente pueda hacer mucho trabajo sobre el terreno durante años”, dijo Katherine Wells, directora de salud en Lubbock, a 90 minutos en coche del epicentro del brote, a la agencia AP.
Los programas de inmunización a nivel nacional se debilitaron por años de financiación estancada por parte de los gobiernos federal, estatal y local.
En Texas y en otros lugares, esto ayudó a preparar el escenario para el brote de sarampión y alimentó su propagación. Ahora los recortes a la financiación federal amenazan los esfuerzos para prevenir más casos y brotes.
A esto se le suma la creciente falta de confianza en las vacunas en algunas comunidades. En el caso del brote actual en Texas, este ocurrió entre comunidades menonitas, que suelen ser más resistentes a vacunar a sus hijos por la intervención del Estado. Saltó rápidamente a la lugares con tasas bajas de vacunación.
“Es como un huracán en el agua cálida del Caribe. Mientras haya agua caliente, el huracán continuará acelerándose. En este caso, el agua caliente son los niños sin vacunar”, dijo Peter Hotez, codirector del Centro de Desarrollo de vacunas del Texas Children’s Hospital a la agencia.
Los departamentos de salud de los que dependen millones de estadounidenses para sus vacunas dependen en gran medida de dos programas federales: Vacunas para Niños y Sección 317 de la Ley de Servicios de Salud Pública.
Vacunas para Niños proporciona principalmente las vacunas reales. La Sección 317 proporciona subvenciones para vacunas, pero también para ejecutar programas y recibir las vacunas.
Los fondos de la sección 317 se estancaron desde hace año, a pesar de que los costos de las vacunas y los salarios aumentaron a lo largo del tiempo. En el reporte de los CDC al Congreso, estimó que necesitaban 1,600 millones de dólares para financiar este programa de vacunación. El año pasado, el Congreso les otorgó un presupuesto de menos de la mitad de lo solicitado, 682 millones.
Los expertos en salud pública expresan su preocupación sobre cómo Kennedy aborda el brote sin lo que consideran una buena orientación. El funcionario es un activista antivacunas y anteriormente dijo que la vacunación es una elección personal.
“La forma más eficaz de prevenir la propagación del sarampión es la vacuna triple vírica”, dijo en una publicación en X el 6 de abril, un día después de que se reportara la segunda muerte por el sarampión.
Antes de eso, Kennedy dijo que la decisión de vacunarse es “personal”.
El secretario de Salud es conocido por su discurso antivacunas y difundió en varias ocasiones una teoría falsa que establece una relación entre la vacuna SRP (sarampión, rubeola y paperas) y el autismo.
Esta especulación surge de un estudio falseado por su autor Andrew Wakefield, que fue retirado y múltiples veces desmentido por trabajos posteriores.
Kennedy dijo que los equipos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) fueron trasladados a Texas a petición del gobernador del estado, Greg Abbott.
La publicación de Kennedy sobre las vacunas se produjo después de que el senador republicano estadounidense Bill Cassidy, que también es médico y presidente del comité de salud del Senado, escribió en X tras conocerse la muerte de la niña.
“Todo el mundo debería vacunarse”, escribió el senador en su cuenta de X. “Los máximos responsables sanitarios deberían decirlo inequívocamente antes de que muera otro niño”.
Cassidy apoyó la confirmación de Kennedy después de que éste prometió no introducir cambios en la supervisión de las vacunas.
La vacuna contra el sarampión tiene una eficacia del 97% tras dos inyecciones.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades afirman en su página web que la vacuna es “la mejor protección contra el sarampión”, que se propaga por el aire cuando una persona infectada estornuda o tose.
Kennedy recomendó anteriormente la vitamina A como tratamiento contra el sarampión, junto con una buena nutrición.
Aunque en algunos estudios realizados en países en desarrollo se ha demostrado que la vitamina A disminuye la gravedad de los síntomas, en cantidades elevadas puede provocar toxicidad hepática.
El secretario también promocionó otros tratamientos para el sarampión, incluido el aceite de hígado de bacalao, esteroides y antibióticos, ninguno de los cuales es conocido por su efectividad ante la enfermedad.